Va de cócteles…

Compaginar actividades diversas puede parecer difícil, pero es una fuente de aprendizaje, descubrimiento y crecimiento personal incuestionable. Nuestra civilización se ha pasado los últimos mil años purificando el conocimiento y dividiéndolo en ámbitos distintos, hasta el punto que llevan siglos progresando y madurando separados, pero también terriblemente desconectados. Un médico no sabe nada de arquitectura y un arquitecto no sabe nada de medicina. Sin embargo, tras tanto tiempo purificando los mil elixires del conocimiento, ha llegado un momento en que el descubrimiento y el conocimiento se obtienen al mezclar de nuevo lo que permanecía inconexo.

En mi caso he organizado un cóctel personal de lo más exótico. Compagino mi actividad en la empresa, como asesor de organizaciones y también como emprendedor, con mi actividad académica en ESADE Business School, como profesor de marketing. Hasta ahí nada fuera de lo común, ¿verdad? Ahora viene la parte exótica del cóctel: desde hace años dirijo dos programas de radio sobre música y lidero mi propia banda de rock. Aunque nos han hecho creer lo contrario, yo creo que el que mucho abarca… mucho aprende. Les voy a servir una copa de este cóctel. ¿Están preparados?

Uno bien cargado de rock, por favor…

Es sorprendente lo mucho que una banda de rock se parece a una pequeña empresa. El entusiasmo, el trabajo duro y la compenetración de sus miembros es un territorio que define a ambas. Y hoy en día la adopción tecnológica se convierte en un factor crítico para adaptarse a los cambios, para crecer y profesionalizarse, y proporciona un salto cualitativo y cuantitativo impagable en ambos casos.

Una de las principales cuestiones para un músico, especialmente para un guitarrista eléctrico, como es mi caso, es la cuestión tecnológica. Cuando eres guitarrista en todas partes intentan venderte un montón de cosas para sonar mejor y más profesional, para sonar igual que Jimi Hendrix, Van Halen, Joe Satriani o The Edge. Para un guitarrista el sonido es algo vital. Cuando yo empezaba a tocar adquirí un artefacto lleno de efectos de sonido para mi guitarra. Automáticamente quedé mareado y desorientado. No entendía la tecnología que tenía en las manos y consecuentemente no la sabía explotar. Abandoné aquel cacharro y me volví reacio a la adopción tecnológica. Pasé muchos años tocando sin ningún efecto de sonido. Consideraba que antes de meterme en el mundo de los efectos de sonido primero tenía que dominar suficientemente el instrumento musical en sí. Era una consideración acertada, pero mi problema es que me acostumbré a tocar sin efectos y prescindí de la tecnología durante muchos años. Esto me acabó llevando a un involuntario estancamiento, y reconozco que debí adoptar la tecnología antes de llegar a ese punto, pero estaba acostumbrado a vivir sin ella y al fin y al cabo somos animales de costumbres.

Enamorado de la tecnología

Por suerte para mí, hace unos años me enamoré otra vez de la tecnología. Yo ya era un músico más experimentado y más maduro, ya dominaba razonablemente mi instrumento, y surgió de manera natural. Invertí una considerable cantidad en una nueva unidad de efectos de sonido, de última tecnología, y descubrí entusiasmado lo mucho que la tecnología podía hacer por mi música. Ahora estaba más preparado para sacar el justo rendimiento de todas esas capacidades, para explotar al máximo lo que la tecnología podía ofrecerme. Entonces me di cuenta de que la tecnología me multiplicaba y, al tomármela en serio, al invertir el tiempo necesario en dominarla, ampliaba mis conocimientos no sólo sobre el sonido, sino también sobre mi propio instrumento y sobre la misma música. Todo ello supuso un impulso a mis capacidades hasta límites insospechados. Los Pink Floyd eran geniales componiendo e innovando, pero sin duda su apuesta por la tecnología fue determinante para que su sonido marcara un hito en la historia. Podemos decir lo mismo de los Beatles, los U2, los Coldplay y de otras mil bandas.

Una lección fundamental

Aprendí una importante lección, que la adopción de nuevas tecnologías se convierte en un factor clave de éxito, pero que debe estar fundamentada en un criterio, en una experiencia, en una estrategia de fondo. La adopción tecnológica «per se» no garantiza nada si no va acompañada de formación, de comprensión, de estrategia. Si adoptamos la tecnología sin conocerla suficientemente y sin haber diseñado nuestro propio plan estratégico, nos convertiremos en sus esclavos, estaremos nosotros a su servicio. En cambio si adoptamos la tecnología de un modo consciente, invirtiendo a la vez en formación y sobre todo teniendo las ideas claras en cuanto a la estrategia a seguir y a lo que pretendemos conseguir de ella, entonces la tecnología nos multiplica, nos amplifica, cataliza nuestro crecimiento y nuestro éxito.

Saliendo de la zona de confort (o de aburrimiento…)

La adopción tecnológica en el momento adecuado me ha hecho mejor músico, me ha proporcionado nuevos conocimientos y, por lo tanto, nuevas capacidades. Ahora puedo decir que soy un músico de mi tiempo, estoy perfectamente actualizado. Pero he tenido que vencer la natural resistencia al cambio que la mayoría de las personas llevamos en nuestro ADN. He tenido que salir de mi zona de confort. El resultado es que ahora estoy directamente en otra órbita. La zona de confort era en realidad una zona de aburrimiento, una zona de no-progreso, de no-aprendizaje, de no-crecimiento. Al salir de ahí me encontré en una zona que me exigía un esfuerzo por asimilar las posibilidades de la actualidad, y en esa zona he encontrado crecimiento, desarrollo y reconocimiento, pero lo más importante para mí es que en esa zona he encontrado diversión e inspiración , y con ellas  ha renacido mi entusiasmo.

Conclusiones y aprendizajes

El mundo de los negocios es tremendamente similar al mundo de la música. Sin embargo, las empresas son mucho más lentas adoptando las nuevas tecnologías, y creo que en ese punto deberían aprender de los músicos. Ellos no esperan que otro las adopte antes. Se lanzan enseguida a jugar con ellas porque saben que podrán construir su ventaja competitiva si la utilizan bien.

Es un hecho que las pymes tienen en la agilidad de movimientos y decisiones su más preciado activo competitivo y, sin duda, las cada vez más extensas posibilidades que les brindan las nuevas tecnologías son un recurso que pueden asimilar de un modo más rápido que el resto de empresas. De ese modo pueden acelerar su capacidad de innovación y multiplicar su competitividad.

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